Jorge Francisco Isidoro Luis Borges, nació en Buenos Aires (Argentina), el 24 de agosto del 1899. Fue un niño prodigio y uno de los escritores más emblemáticos argentino del siglo XX. Por influencia de su abuela inglesa, fue alfabetizado en inglés y en español. En 1914, viajó con su familia a Europa y se instaló en Ginebra, donde cursó el bachillerato. En 1921, regresó a Buenos Aires y fundó con otros importantes escritores la revista Proa. En 1923, publicó su primer libro de poemas, Fervor de Buenos Aires. Sin lugar a dudas, ha sido uno de los grandes creadores y pensadores que han sido capaces de llegar a la entraña misma de la condición humana. Hombre de ficción literaria, paradójicamente favorito de semióticos, matemáticos, filólogos, filósofos y mitólogos, ofrece, por la perfección de su lenguaje, la erudición de sus conocimientos, el universalismo de sus ideas, la originalidad de sus ficciones, la belleza de su poesía, una verdadera suma que honra la lengua española y el espíritu universal. Aquejado de una enfermedad en los ojos desde 1923, sufre sucesivas operaciones de cataratas y pierde casi por completo la vista en 1955. Tiempos después se referiría a su ceguera como "un lento crepúsculo que ya dura más de medio siglo". Desde su primer libro hasta la publicación de sus Obras Completas (1974), trascurrieron cincuenta años de creación literaria durante los cuales superó su enfermedad escribiendo o dictando libros de poemas, cuentos y ensayos, admirados hoy en todo el mundo. Recibió importantes distinciones de diversas universidades y gobiernos extranjeros y numerosos premios, entre ellos el Cervantes en 1980. Su obra fue traducida a más de veinticinco idiomas y llevada al cine y a la televisión. Prólogos, antologías, traducciones, cursos y charlas dan testimonio de la labor infatigable de ese gran escritor, que cambió la prosa en castellano, como lo han reconocido sin excepción sus contemporáneos. Borges falleció en Ginebra el 14 de junio de 1986.
ANTOLOGIA POETICA
En la honda noche universal
que apenas contra
dicen los faroles
una racha perdida
ha ofendido las calles taciturnas
como presentimiento tembloroso
del amanecer horrible
que rondalos arrabales
desmantelados del mundo.
Curioso de la sombra
y acobardado por la amenaza del albare
viví la tremenda conjetura
de Schopenhauer y de Berkele
que declara que el mundo
es una actividad de la mente,
un sueño de las almas,
sin base ni propósito ni volumen.
Y ya que las ideas
no son eternas como el mármol
sino inmortales como
un bosque o un río,
la doctrina anterior
asumió otra forma en el alba
y la superstición de esa hora
cuando la luz como una enredadera
va a implicar las paredes de la sombra,
doblegó mi razón
y trazó el capricho siguiente:
Si están ajenas de sustancia las cosas
y si esta numerosa Buenos Aires
no es más que un sueño
que erigen en compartida
magia las almas,
hay un instante
en que peligra desaforadamente su ser
y es el instante estremecido del alba,
cuando son pocos los que sueñan el mundo
y sólo algunos trasnochadores conservan,
cenicienta y apenas bosquejada,
la imagen de las calles
que definirán después con los otros.
¡Hora en que el sueño pertinaz de la vida
corre peligro de quebranto,
hora en que le sería fácil a Dios
matar del todo Su obra!
Pero de nuevo el mundo se ha salvado.
La luz discurre inventando sucios colores
y con algún remordimiento
de mi complicidad en el resurgimiento
del día solicito mi casa,
atónita y glacial en la luz blanca,
mientras un pájaro detiene el silencio
y la noche gastada
se ha quedado en los ojos de los ciegos.
Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.
Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.
Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor, y un símbolo,
ver en la muerte el sueño,
en el ocaso un triste oro,
tal es la poesía
que es inmortal y pobre.
La poesía vuelve como
la aurora y el ocaso.
A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.
También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante,
que es el mismoy es otro,
como el río interminable.
AUSENCIA
Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nichos de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas;
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondo
nada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible,
sin ocaso, brilla definitiva
y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.
Lunas, marfiles, instrumentos,
rosas, lámparas y la línea de Durero,
las nueve cifras y el cambiante cero,
debo fingir que existen esas cosas.
Debo fingir que en el pasado
fueron Persépolis y Roma
y que una arena sutil midió la suerte
de la almena que los siglos
de hierro deshicieron.
Debo fingir las armas
y la pira de la epopeya
y los pesados mares
que roen de la tierra los pilares.
Debo fingir que hay otros.
Es mentira. Sólo tú eres.
Tú, mi desventura y mi ventura,
inagotable y pura.
Si el sueño fuera ( como dicen )
una tregua, un puro reposo
de la mente,
¿por qué si te despiertan
bruscamente,
sientes que te han robado una fortuna?
¿Por qué es tan triste madrugar?
La horanos despoja
de un don inconcebible,
tan íntimo que sólo es traducible
en un sopor que la vigilia dora
de sueños, que bien pueden ser reflejos
truncos de los tesoros de la sombra,
de un orbe intemporal que no se nombra
y que el día deforma en sus espejos.
¿Quién serás esta noche en el oscuro
sueño, del otro lado de su muro?
LABERINTO
No habrá nunca una puerta.
Estás adentro y el alcázar
abarca el universo
y no tiene ni anverso ni reverso
ni externo muro ni secreto centro.
No esperes que el rigor de tu camino
que tercamente se bifurca en otro,
que tercamente se bifurca en otro,
tendrá fin.
Es de hierro tu destinocomo tu juez.
No aguardes la embestida
del toro que es un hombre
y cuya extraña
forma plural da horror a la maraña
de interminable piedra entretejida.
No existe. Nada esperes.
Ni siquieraen el negro crepúsculo la fiera.
Soy el que sabe que no es menos vano
que el vano observador que en el espejo
de silencio y cristal sigue el reflejo
o el cuerpo (da lo mismo) del hermano.
Soy, tácitos amigos, el que sabe
que no hay otra venganza que el olvido
ni otro perdón. Un dios ha concedido
al odio humano esta curiosa llave.
Soy el que pese a tan ilustres modos
de errar, no ha descifrado el laberinto
singular y plural, arduo
y distinto,del tiempo,
que es de uno y es de todos.
Soy el que es nadie,
el que no fue una espada
en la guerra. Soy eco, olvido, nada.
INSTANTES
Si pudiera vivir nuevamente mi vida.
En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto,
me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales
y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas
que vivió sensata y prolíficamente
cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben,
de eso está hecha la vida,
sólo de momentos; no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban
a ninguna parte sin termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
Si pudiera volver a vivir,
viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría
a andar descalzo a principios
de la primavera y seguiría así
hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.
El poema no se parece a nada de lo realmente escrito por Borges. Sin embargo, la profusa difusión que se le ha dado a la especie de que Borges lo escribiera, ha hecho que la gente crea como cierta esta suerte de leyenda urbana de la literatura de habla hispana. En aquella entrevista baylyana, la Kodama reveló que la autora de “Instantes” es realmente Nadine Stair, pero un completo estudio de Iván Almeida, además de estar amenamente escrito, ofrece una conclusión sobre un nombre adicional: Ron Herold. Según Almeida, “Instantes”, además de haber sido atribuido erróneamente a Borges, lo ha sido también respecto a la señora Stair.